Desde hace unos años, se multiplican las películas de amor protagonizadas por parejas de +50. Romances llenos de ternura, pasión y complicidad. ¡Como en la vida misma!
¿Qué es antes, el cine o la vida? Los guionistas exprimen creatividad y realidad para construir historias que lleven a las salas a un público cada vez más
huidizo. Y, ¿te has fijado? Últimamente se estrenan más películas en las que hombres y mujeres hechos y derechos descubren el amor que soñaron en su juventud. Está claro que flechazos y pasiones
no solo forman parte de la vida de treintañeros, ni en la realidad, ni en la ficción.
Estar -o volver a estar- “soltera” a partir de los cincuenta no supone en absoluto renunciar a los placeres del amor. Más bien al contrario. Ahora que te
conoces tan bien, sabes mucho mejor lo que quieres y lo que estás dispuesta a ofrecer. Si tienes hijos, ya no son bebés, lo que te permite tener más tiempo libre. A nivel profesional, se suele gozar de una estabilidad que te libera de bastantes preocupaciones. ¿Y qué pasa con
el sexo? Está comprobado que quedan energías y ganas para rato. Quizás disminuye la frecuencia de las relaciones, pero aumenta la calidad y la compenetración con la pareja. A esto se suma la tranquilidad de no tener que preocuparse de evitar embarazos. Son
muchas las mujeres que vuelven a experimentar pasiones cuasi adolescentes. Y aquí, como dice el refrán, la experiencia también es un grado.
Como decíamos, el cine lo refleja cada vez más. ¿Recuerdas a la refinada y distante escritora Erica Barry -Diane Keaton- en Cuando menos te lo esperas (Nancy Meyers, 2003), haciendo perder la cabeza al novio de su hija? Por cierto, el novio de su hija
era otro gran madurito, interpretado por Jack Nicholson. La misma directora montó un triángulo de oro en No es tan fácil (2009),
protagonizado por Meryl Streep, Alec Baldwin y Steve Martin.
La mirada del amor
(Arie Posin, 2013) cuenta un encuentro casi mágico y una pasión abrumadora entre una viuda, encarnada por Annette Bening, y Ed Harris, en la piel de un
hombre que le recuerda mucho mucho a su marido.
Acabo con una historia real y bien cercana, la de mi amiga Susana. Separada y escéptica hasta la médula, a sus 54 años se ha enamorado
locamente de un amigo de su hermano, también divorciado, al que conocía desde hacía mucho tiempo sin sospechar que era una auténtica mina de oro. Tras
varios encuentros llenos de risas, cine, cenas... se han dado cuenta de que no pueden vivir el uno sin el otro. ¡¡Bravo por ellos!!